Publicado el 03/09/2024
El pensamiento de suma cero consiste en percibir la vida como situaciones donde la ganancia de una persona es la pérdida equivalente de otra. El ejemplo típico sería repartir una docena de alfajores entre doce personas: la única manera que una repita es que otra se quede sin el suyo. La discusión por los aranceles bioquímicos suele presentar tres niveles de razonamientos de suma cero; el más rústico es modificar el nomenclador para que ciertas prácticas de baja complejidad (o las que realiza quien hace la propuesta) reciban más unidades y otras de alta complejidad (o las que deriva quien hace la propuesta) reciban menos. El siguiente es la discusión con los financiadores públicos y privados para aumentar las partidas que se destinan a las prácticas de nuestra profesión a expensas de otros rubros del Arte de Curar (diagnóstico por imágenes, medicamentos, internación, etc) mientras que el tercero es la demanda a esos financiadores de un aumento neto de los fondos destinados a salud a costa de otros rubros (educación, seguridad, obras públicas) una mayor presión fiscal o mayores costos para el afiliado en el caso de las empresas de medicina prepaga.
El “adversario” en el primer nivel de este juego de suma cero sería el colega que hace algo diferente a lo que uno hace mientras que el “beneficio” sería repartir lo que los financiadores ya destinaron a la bioquímica. En el segundo nivel quien tendría que ganar menos serían las otras profesiones del Arte de Curar, mientras que la comunidad no se vería afectada porque el descuento salarial o la cuota de la prepaga sería la misma, pero el tercero pasaría indefectiblemente por un porcentaje mayor del presupuesto o de los ingresos individuales. Hegel concebía la realidad como conflicto y no puede negarse que los mismos existen; un profesional que realice colesterol con el método Abell – Kendall de saponificación, extracción con éter de petróleo y desarrollo de color con anhídrido acético podría sostener que las 1.5 unidades que el NBU imposibilitan en la práctica los métodos tradicionales y el nomenclador está pensando para laboratorios automatizados. Es igualmente válido plantear que nuestra actividad es única dentro del Arte de Curar ya que además de la capacitación requiere el insumo importado y dolarizado e imprescindible hacer docencia con alguien que se queja de un coseguro pero gasta alegremente en el shopping que nosotros también comemos, pero la existencia de conflictos, la trascendencia de los mismos y el rol tanto del Colegio como de las distintas entidades profesionales en la defensa de nuestros intereses no significa que la bioquímica sea un juego de suma cero.
En 1800 un adolescente diabético estaba condenado a una muerte temprana. Hoy ese mismo adolescente puede tener la misma esperanza de vida de cualquiera y ahí no hay pérdida de años para nadie sino ganancia pura gracias a la medicina y la farmacología y el diagnóstico y seguimiento del laboratorio bioquímico. Hablamos de diabetes pero podemos hacerlo también de enfermedades cardiovasculares, tumorales, infectocontagiosas y todas aquellas donde la detección temprana en una población de millones de habitantes significa lisa y llanamente millones de años de más y mejor vida. Un estudio de laboratorio es usualmente el dato decisivo para que el equipo de salud se ponga en marcha como tal y genere para cada persona estrategias destinadas a demorar o detener la progresión de patologías de altísimo impacto en lo individual y social. En términos económicos es difícil pensar en una inversión de mayor rendimiento que formar profesionales calificados y retribuirlos adecuadamente en su ejercicio profesional.
Hablamos de economía porque los bioquímicos y las bioquímicas de 2025 como no pueden darse el lujo de ignorar cómo se maneja una PC tampoco pueden desentenderse de la microeconomía cotidiana de un laboratorio y la macroeconomía que sustenta el reclamo por aranceles y financiamiento. De hecho nuestra profesión impone una exigencia adicional, ya que estando la bioquímica parada tanto sobre la biología como sobre las ciencias exactas los números deben contemplarse con el rigor de las últimas; un profesional que desde los primeros días de su carrera maneja conceptos como cifras significativas, error aleatorio y sistemático o exactitud y precisión, es consciente de las implicancias de informar una glicemia en ayunas de 105 mg/dl u otra de 115 mg/dl y se preocupa por ejecutar controles de calidad internos y participar en programas externos no debería reclamar un 10 % o cualquier número redondo “para no quedarse atrás” sino el que arroje un parámetro objetivo.
Reclamemos, participemos, cumplamos y hagamos cumplir los valores éticos. Tengamos claro que no puede existir bioquímica de calidad sin laboratorios sustentables y ellos tampoco pueden existir sin profesionales con retribuciones dignas… y, fundamentalmente, que nuestra profesión no es un juego de suma cero porque como escribía José Hernández:
Mas naides se crea ofendido,
Pues a ninguno incomodo;
Y si canto de este modo
Por encontrarlo oportuno,
No es para mal de ninguno
Sino para bien de todos